jueves, junio 29, 2006



El Dolor.
En el largo historial de la Medicina en el mundo, los médicos han encontrado casi invariablemente en sus pacientes, a los dolientes, quienes pedían por su necesidad de alivio. El sufrimiento, como afecto negativo, mostró siempre su cara a través del dolor, una vivencia que podía manifestarse como trivial o, en su mayor gravedad, hasta anunciadora de una muerte inminente.
Asi fue que los esfuerzos médicos se focalizaron en dar alivio al dolor. No exageraríamos si dijéramos que los médicos no han avanzado mucho más en descubrir y comprender las causas del dolor, pues su estudio es el del mensajero, y él parece existir sólo para decir que algo ha cambiado, poco o mucho, pero nada sabe acerca de lo que ha sucedido, y mucho menos acerca de su propósito.
El sufrimiento, en cambio, es un síntoma que nos remite a una sensación más profunda. Conlleva la vivencia de cambios físicos y anímico-espirituales que la medicina clínica ha estudiado minuciosamente. Al respecto contamos con una extensa bibliografía que demuestra el interés médico-psicológico por demostrar la interrelación entre cuerpo y alma y su expresión en las así llamadas enfermedades psicosomáticas.
Sin embargo, este modelo de estudio parece no alcanzar a darnos una cabal comprensión de los procesos de la vida anímica y de sus múltiples transformaciones a lo largo de la vida. Vemos que alcanzamos a dar alivio a nuestros dolientes, pero son pocas las veces en que alcanzamos a mejorar sus vidas. Quizás porque sólo hemos actuado como "genios de Aladino", que cumplimos con los deseos, legítimos por cierto, de calmar a quien lo pide pero sin acercarnos de la justa manera a las causas de su sufrimiento. El hecho de que el paciente desconozca las profundidades de su cuerpo y alma no debería ser estímulo más que para insistir en el anhelo de dar luz sobre su devenir y sobre su constitución física, anímica y espiritual.
Recorrer este camino junto al paciente, suscita cambios en ambos caminantes. Y el camino se abre iluminado por las preguntas que intentan ser las correctas. ¿Podría el Médico ser portador de estas preguntas sin ser , él mismo, el preguntado?