Medicina Antroposófica.
Rudolf Steiner definía a la Antroposofía, como “la conciencia de mi propia Humanidad”. Ciertamente que esta conciencia implicaba el elevado anhelo de buscar el conocimiento valiéndonos de nuestra capacidad de asombro, de una actitud de devoción y entrega por el entendimiento y comprensión de la Vida, de lo Viviente y de la Naturaleza.
Ha ofrecido en sus conferencias una amplia y detallada descripción de aquellos aspectos sutiles de la vida que en condiciones ordinarias no somos capaces de percibir.
La Medicina Antroposófica surge en el mundo a principios del siglo xx.
Inspirados en la obra filosófica del Dr. Steiner, un grupo de Médicos asume en Europa el desafío de humanizar sus conocimientos adoptando las pautas que la Ciencia espiritual brindaba acerca del estudio del Hombre.
Ciertamente que en los últimos años, la Tecnología ha sido la gran protagonista de la revolución producida en los procedimientos de diagnóstico y tratamientos medicinales.
De esta manera, el reduccionismo científico se ha impuesto como limitador de la amplia cosmovisión científica de la antigüedad. El Ser humano pasó a ser “objeto” de estudio, para lo cual se lo despojó de sus atributos espirituales, se lo extrajo de su lugar social y de su relación con el mundo y el cosmos.
El Médico de Orientación Antroposófica habrá de ampliar estos conocimientos, en el afán de descubrir al Hombre, en el más cabal y trascendente sentido de la palabra.
Esto significa apelar a todas las capacidades y vertientes que existan en forma de recursos del profesional médico y los propios del Yo de cada paciente. Ellos siempre están allí, parte de nuestro trabajo será que dejen de ser ignorados, ocultos, para ser poco a poco ejercitados mediante el trabajo terapéutico. Acompañar al paciente en este descubrimiento es una tarea delicada y profunda a la vez.
En el ser humano encontramos manifestaciones de los tres reinos de la naturaleza: el reino mineral en nuestro cuerpo físico, el reino vegetal en nuestro cuerpo vital y el reino animal en nuestro cuerpo anímico. El Yo, como organización, es aquella entidad nuclear del Ser que, como plasmador de su Imagen, define su humana condición.
De esta concepción surgió además, la Farmacopea antroposófica, la que se vale de procedimientos alquímicos y de dilución cuyos elementos proceden de aquellos primeros tres reinos.
La medicina que se practica en la orientación alopática habitual, es ampliada y complementada a la luz de la Antroposofía. Surgiendo así, una Imagen del Hombre con una configuración física, anímica y espiritual.
A menudo podemos atisbar en el devenir biográfico de qué manera lo espiritual se manifiesta cíclicamente en la corporalidad física y anímica.
El trabajo sobre nuestros sentidos nos vuelve más capaces de descubrir en la enfermedad, la ocurrencia de procesos más profundos. Esta concepción será la que nos permita caminar junto a nuestros pacientes procurando que la enfermedad como tal forme parte de una realidad con sentido. Reemplazando la común disposición de luchar “contra” las dolencias, por la de afirmar su presencia de ánimo “a favor” de generar salud. Este concepto, vital en nuestra tarea, lo denominamos: Salutogénesis.
Ha ofrecido en sus conferencias una amplia y detallada descripción de aquellos aspectos sutiles de la vida que en condiciones ordinarias no somos capaces de percibir.
La Medicina Antroposófica surge en el mundo a principios del siglo xx.
Inspirados en la obra filosófica del Dr. Steiner, un grupo de Médicos asume en Europa el desafío de humanizar sus conocimientos adoptando las pautas que la Ciencia espiritual brindaba acerca del estudio del Hombre.
Ciertamente que en los últimos años, la Tecnología ha sido la gran protagonista de la revolución producida en los procedimientos de diagnóstico y tratamientos medicinales.
De esta manera, el reduccionismo científico se ha impuesto como limitador de la amplia cosmovisión científica de la antigüedad. El Ser humano pasó a ser “objeto” de estudio, para lo cual se lo despojó de sus atributos espirituales, se lo extrajo de su lugar social y de su relación con el mundo y el cosmos.
El Médico de Orientación Antroposófica habrá de ampliar estos conocimientos, en el afán de descubrir al Hombre, en el más cabal y trascendente sentido de la palabra.
Esto significa apelar a todas las capacidades y vertientes que existan en forma de recursos del profesional médico y los propios del Yo de cada paciente. Ellos siempre están allí, parte de nuestro trabajo será que dejen de ser ignorados, ocultos, para ser poco a poco ejercitados mediante el trabajo terapéutico. Acompañar al paciente en este descubrimiento es una tarea delicada y profunda a la vez.
En el ser humano encontramos manifestaciones de los tres reinos de la naturaleza: el reino mineral en nuestro cuerpo físico, el reino vegetal en nuestro cuerpo vital y el reino animal en nuestro cuerpo anímico. El Yo, como organización, es aquella entidad nuclear del Ser que, como plasmador de su Imagen, define su humana condición.
De esta concepción surgió además, la Farmacopea antroposófica, la que se vale de procedimientos alquímicos y de dilución cuyos elementos proceden de aquellos primeros tres reinos.
La medicina que se practica en la orientación alopática habitual, es ampliada y complementada a la luz de la Antroposofía. Surgiendo así, una Imagen del Hombre con una configuración física, anímica y espiritual.
A menudo podemos atisbar en el devenir biográfico de qué manera lo espiritual se manifiesta cíclicamente en la corporalidad física y anímica.
El trabajo sobre nuestros sentidos nos vuelve más capaces de descubrir en la enfermedad, la ocurrencia de procesos más profundos. Esta concepción será la que nos permita caminar junto a nuestros pacientes procurando que la enfermedad como tal forme parte de una realidad con sentido. Reemplazando la común disposición de luchar “contra” las dolencias, por la de afirmar su presencia de ánimo “a favor” de generar salud. Este concepto, vital en nuestra tarea, lo denominamos: Salutogénesis.