Hombre ayudando al Hombre.
Todos recordamos a ese maestro de nuestra niñez, que alcanzó el merecimiento de la veneración y el respeto por su calidad humana, y que se ha conformado en modelo que alimenta nuestra esperanza de que, es posible, aún en estos tiempos, la noble tarea de educar con amor y verdadera actitud de servicio por los niños.
En las escuelas, el niño rara vez ha sido el destinatario del servicio pedagógico, en todo caso, nos han habituado a conformar a nuestros docentes.
Tanto nos han condicionado a lograr la aprobación, que paradojalmente, se ha reforzado la conducta de servir a la autoridad del maestro, de tal manera que el actuar para conformar a los otros, ha podido desplazar, insensiblemente, la natural disposición infantil por aprender a través del asombro y del entusiasmo. Si estos estados espirituales, vibran genuinamente en el alma del niño, comienzan a abrirse ante él, las puertas del entendimiento y de la comprensión de tres valores primordiales: bondad, belleza y verdad. Confiando, relajadamente, en que el maestro está interesado en enseñarle a través de la alegría del descubrimiento de los misterios de la naturaleza y no por miedo a ser reprobado.
En el trabajo con personas necesitadas de cuidados especiales, se ha subestimado por demás la capacidad de percepción y aprovechamiento de los contenidos pedagógicos. No es extraño que aquellos que consideran los impedimentos como un límite, se resignen a un acompañamiento de lo que no tiene remedio.
Quienes estudiamos y trabajamos en Pedagogía Curativa y Terapia Social, contamos positivamente con lo que hay, y sostenemos que las posibilidades de superación, (física, anímica o espiritual), inherentes a todo ser humano, están ahí para ser ejercitadas. Para ello, habremos de crear situaciones de trabajo que involucrarán a las personas especiales en procesos creativos.
Tanto nos han condicionado a lograr la aprobación, que paradojalmente, se ha reforzado la conducta de servir a la autoridad del maestro, de tal manera que el actuar para conformar a los otros, ha podido desplazar, insensiblemente, la natural disposición infantil por aprender a través del asombro y del entusiasmo. Si estos estados espirituales, vibran genuinamente en el alma del niño, comienzan a abrirse ante él, las puertas del entendimiento y de la comprensión de tres valores primordiales: bondad, belleza y verdad. Confiando, relajadamente, en que el maestro está interesado en enseñarle a través de la alegría del descubrimiento de los misterios de la naturaleza y no por miedo a ser reprobado.
En el trabajo con personas necesitadas de cuidados especiales, se ha subestimado por demás la capacidad de percepción y aprovechamiento de los contenidos pedagógicos. No es extraño que aquellos que consideran los impedimentos como un límite, se resignen a un acompañamiento de lo que no tiene remedio.
Quienes estudiamos y trabajamos en Pedagogía Curativa y Terapia Social, contamos positivamente con lo que hay, y sostenemos que las posibilidades de superación, (física, anímica o espiritual), inherentes a todo ser humano, están ahí para ser ejercitadas. Para ello, habremos de crear situaciones de trabajo que involucrarán a las personas especiales en procesos creativos.